El poder de la comunicació és el teu dret
Posted by tvcreativa a Març 11, 2010


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This entry was posted on Març 11, 2010 a 10:11 pm and is filed under Notícies.
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anton layunta said
¿Hay libertad de expresión? Por Antón Layunta.
Decir libertad de expresión es nombrar un derecho que para algunos hoy por hoy nos parece aún sólo un buen propósito.
Para ejercer plenamente la libertad de expresión, además de la libertad de decidir el contenido del mensaje, opinamos que es preciso asegurar que la expresión libremente llegue a los destinatarios.
Observemos cual es la situación de este derecho innegable en el autonombrado primer mundo. Para ello focalizaremos la mirada sobre el escenario de un país europeo.
El marco español, como ejemplo equidistante entre las viejas y las nuevas democracias, nos permitirá hacernos una idea de la situación en que se encuentra actualmente la libertad de expresión en un ejemplo de sociedad democrática reconocida.
Empezaremos por descubrir el contexto en el que se encuentra la herramienta de formación e información más influyente del pasado siglo XX; la televisión.
¿Que pasa en España con los canales de televisión privados de cobertura estatal?
Lo primero que podemos observar es que, salvo inéditas excepciones, una selecta minoría de ciudadanos políticamente posicionados dentro del arco conservador, con su libertad de expresión, convertida gracias a su capacidad económica en actividad lucrativa, decide cuales son los contenidos informativos, culturales y de entretenimiento para el resto. Toda la inmensa mayoría de sus conciudadanos. Ese minúsculo grupo acaudalado, en función de la legalidad vigente, financiando de su bolsillo costosas estructuras privadas de producción y disponiendo de la imprescindible tecnología para emitir a nivel español, determina que es que en la vida diaria de millones de personas.
En España, pero de un modo u otro también en el resto de democracias del autonombrado primer mundo, la realidad del medio televisión se configura más o menos igual, tres o cuatro grandes grupos de comunicación y tres o cuatro productoras de televisión, deciden a su libre voluntad la mayoría de los contenidos de decenas de canales gratuitos y de pago.
En España podemos hablar de aproximadamente un 80% del total anual de la producción audiovisual para televisión. Consciente o inconscientemente, ese grupo determina con sus apuestas económicas lo que es visible y lo que seguirá siendo invisible. Lo que nunca existirá.
Las cadenas públicas de televisión que podrían ofrecer otra visión de la vida mucho más transformadora de la sociedad, se ven irremediablemente arrastradas por la feroz intensidad deformativa de la realidad que las cadenas privadas generan diariamente. Es tal su influencia que imponen a su voluntad cuales son los hechos y cuales los protagonistas de todo lo que mayormente se habla en la calle y, por insistente repetición y con el refuerzo de medios afines / complementarios, eso es lo que finalmente acaba por reclamar la atención de millones de ciudadanos usuarios del medio televisión.
Si una cadena pública quiere conectar con lo que puntualmente interesa a la gran audiencia, poco o mucho habrá de seguir el rastro de los héroes y los temas creados e introducidos por las cadenas privadas.
Según publican las estadísticas de audiencias en televisión, los formatos que más interesan al gran público, a las grandes masas de telespectadores, son los de contenidos primarios y viscerales, o dicho de otra forma, los más alejados de todo lo que pueda definirse como Cultura y Valores con mayúsculas.
Esto explica la política con la que plantean las parrillas de programación las televisiones privadas, con una única perspectiva; vender publicidad. Y es en la parte baja de la pirámide social donde se encuentra el mayor número de individuos potencialmente “receptores” y que plantean la menor exigencia intelectual.
El negocio funciona más o menos así, por medio de contenidos primarios, lenguaje burdo, complicidad transgresora y a menudo contracultural, se atraen las grandes audiencias de la parte más baja de la sociedad y con ellas se atrae a la enriquecedora inversión publicitaria.
Pero el excesivo y persistente abuso de esa formula de programación comercial, además de la deserción de la población ilustrada sea cual sea la franja de edad, genera en España una tele audiencia clínicamente dependiente de contenidos, héroes y, sobre todo, de un mundo que no aporta valores, ni progreso individual, ni avance colectivo.
Mientras duren las condiciones favorables, este tipo de televisión obtendrá beneficios económicos a costa de una hecatombe antropológica. Crecen los índices de ansiedad y violencia en la sociedad española. Desaparecen los valores clásicos de convivencia ciudadana. El fracaso escolar se extiende.
Siguiendo nuestra observación para determinar el nivel de libertad de expresión que existe en una sociedad democrática, será bueno también que le demos una mirada al mundo de la información impresa.
¿Que pasa en España con los periódicos y revistas de difusión estatal? Para empezar, aparecen de nuevo los grandes grupos mediáticos que dominan la televisión privada en España. También ellos son los dueños de aproximadamente el 80% de las cabeceras de prensa y revistas de difusión estatal.
El lector tiene un perfil diferente al telespectador. El negocio del periodismo escrito precisa de parámetros diferentes para ser útil y/o rentable. Sólo lee aquel que desea realmente ser informado y esta particularidad segmenta mucho la población potencial.
Al cumplir los diez primeros años del segundo milenio, la venta de diarios y revistas cae notablemente en España. Hay quien dice que esto sucede porque el uso social de Internet avanza. Pero lo cierto es que no avanza Internet a la par que desaparece el diario de papel.
A mi modesto entender el mal momento actual del periodismo escrito en España es consecuencia de la continua acción de varios desactivadores del protagonismo social tradicional que esta tipología de difusión pública de información y pensamiento, pionera en la lucha por la libertad de expresión, ha tenido.
Los contenidos de periódicos y revistas, en una gran mayoría de casos y salvo muy honrosas excepciones, cada vez más son meras amplificaciones de la información, en muchos casos forzada y dirigida, que los grandes grupos a los que pertenecen han puesto en circulación a través del medio estratégico; la televisión. Y éstos, los periódicos y las revistas, actúan sólo como puro apoyo escrito, como algo complementario. La lectura rivaliza mal con el “en vivo y en directo” del audiovisual televisivo.
La alineación política hace además que la información periodística se contamine y la línea editorial se resienta, se perciba partidista. Textos que no informan ni forman, sólo adoctrinan. Esta alineación no sólo segmenta lectores atrayendo a unos y repeliendo a otros, además pierde a la audiencia progresista que es el usuario capaz de pagar un ejemplar regularmente.
Las versiones on line de estos periódicos y revistas de difusión estatal además de seguir las directrices de su formato papel, recordemos que a su vez estos siguen las del medio televisión, en sus versiones electrónicas ofrecen los enlaces electrónicos a la cadena de televisión respectiva coronando a esta como la fuente original de la que todos han de beber.
Los periódicos y las revistas deberían ostentar un liderazgo de contenidos literarios progresistas e influyentes. A mi forma de ver los medios escritos, además de estimular el libre pensamiento, deberían actuar como un CSI de los otros medios. Un contrapeso ético que verifica o rechaza todo aquello que no responda a la verdad.
La utilización de titulares escandalosos vende pero sólo por un tiempo. Y menos cuando las expectativas que despierta la pirueta literaria del titular se diluyen en el texto sin aportar nada nuevo. Y mucho más cuando el acceso a esa patraña literaria cuesta unos euros diarios, semanales o mensuales.
Siguiendo con el proceso de observación para llegar a calificar la situación de la libertad de expresión en una sociedad moderna, llega el turno de ver ¿que pasa en España con las cadenas de radio de cobertura estatal tanto privadas como públicas? Y, de nuevo, encontraremos que presenta una situación bastante clónica a la de periódicos y revistas.
Es otro caso en el que prevalecen los principios e intereses de los grupos mediáticos ya ampliamente comentados que casualmente también poseen el 90% aproximado de las cadenas españolas de radio de emisión estatal.
Las radios privadas también aquí prevalecen en audiencia sobre las públicas. Como pasa con la televisión, también ellas se ven arrastradas por la intensidad informativa que generan las privadas, con la complicidad además de sus canales de televisión, periódicos y revistas afines.
En este escenario aumentar o simplemente mantener la audiencia depende de conectar con lo que puntualmente interesa, con lo que mantiene en vilo a la mayoría de la población. Con lo que marcan las cadenas privadas de televisión y su multiplicador apoyo mediático.
Ahora observaremos que pasa con un medio de comunicación entre aguas ¿que pasa en España con la libertad de expresión en el cine? Mayoritariamente se coproduce gracias a la financiación de los grupos mediáticos de sobras ya comentados. Y lo hacen a través de los propios grupos, a través de sus productoras, o a través de sus canales de televisión.
Existe otro cine “el internacional” pero ese trabaja para los intereses de unos poquísimos grupos mediáticos globales que les llevan mucha ventaja a los jóvenes grupos locales españoles. Son compañías multinacionales que producen, distribuyen a cualquier rincón del mundo y que mayoritariamente también pertenecen a personajes de un pensamiento situado en el arco conservador. Esa, y no otra, es la verdadera minoría todopoderosa que cada temporada determina a nivel planetario que va a ser lo que influya en la mayoría de los habitantes, incluido el mercado de España. Y esta operación comercial global la realizan legalmente y con el infinito horizonte que les da la libertad de expresión y de difusión, total.
Y ¿que pasa en España con la libertad de expresión en el mundo editorial? Salvo algunos grandes sellos españoles, especializados sólo en lo editorial, independientes y reconocidos internacionalmente, en todos los demás sellos que a nivel internacional actúan en el mercado en castellano, de una forma o de otra, encontramos que también están colonizados por los mismos grupos de comunicación implicados hasta ahora en todo lo concerniente a libertad de expresión en España analizado anteriormente.
Nos queda sólo el Teatro. En este análisis del nivel de salud que goza la libertad de expresión en España, deliberadamente hemos dejado el Teatro para el final porque, salvo excepciones y reposiciones de algunos clásicos, es el medio de expresión en el que aún se puede seguir presenciando el fenómeno de la libertad de expresión. El inmortal Teatro sigue siendo un marco único capaz de albergar contenidos no filtrados por el Estado, ni por la Iglesia, ni por la decisión de esos actuales Grupos Mediáticos Modernos, españoles e internacionales. Aún es el templo donde se tratan asuntos de la verdadera vida real. El mecanismo más simple para la difusión masiva de ideas y en el que, hoy como siempre, se siguen expresando los temas que están fuera de la pauta mediática imperante.
Por todo lo visto en este recorrido por la situación de la libertad de expresión en España, como ejemplo equidistante entre las viejas y las nuevas democracias, por todo ello y extrapolando las conclusiones al resto de países democráticos, concluimos que, de media, salvo excepciones, respetando escrupulosamente las reglas del mercado internacional, unos pocos grupos mediáticos, en el uso del derecho a rentabilizar su propia libertad de expresión y a través de medios de difusión masiva que estos grupos controlan mayoritariamente, imponen lo que a su tradicional forma de entender es “lo necesario”.
Contenidos de televisiones, periódicos, revistas, radios, películas y libros que son posibles gracias a que un centenar largo de multinacionales, los bendice financiando su producción y su difusión masiva. Y todos los contenidos que estos grupos no bendicen, esas opciones no existen. Nadie les negará la libertad de expresarse pero no se enterará nadie más que el entorno del sujeto emisor ya sea persona o colectivo.
Sólo hay un perfil de ciudadano en el mundo capaz de financiar todo lo que económicamente significa tener realmente libertad de expresión y además tenga claro cómo rentabilizarlo no sólo a nivel económico. En el arco conservador están situados políticamente la inmensa mayoría de esos privilegiados.
Como decía al principio, decir libertad de expresión es denominar un derecho que promete mucho pero que para la inmensa mayoría de ciudadanos del mundo aún les sigue pareciendo hoy por hoy un buen propósito.
Para ejercer realmente la plena libertad de expresión y que los ciudadanos puedan discernir entre las diferentes realidades posibles de vivir la vida, las democracias deberían reglar también el derecho a la difusión. No habrá libertad de expresión plena hasta que no exista el derecho a la difusión necesaria.
Mientras en el mundo un centenar largo de multinacionales, diez arriba diez abajo, disfrutan de su plena libertad de expresión, millones de conciudadanos sólo pueden encontrar difusión para su libertad de expresión si, casualmente, su mensaje suma a favor de las líneas editoriales delimitadas por la inversión de las multinacionales. Sólo entonces podrán ser periodistas, escritores, guionistas, locutores, presentadores, actores, músicos, realizadores, fotógrafos,… todo lo demás no habrá existido nunca.
Las grandes mayorías en el principio todas fueron simples minorías. El aire fresco de la libertad de expresión de las minorías evita que este mundo siga siendo una asfixiante habitación cerrada invadida por la libertad de expresión de unos pocos.